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Diario de Barrios

El joven barrio de Astilleros

Desde uno de sus paseos pegado al mar, justo donde empieza el parque de Celestino Mutis, se puede contemplar el pasado y el futuro del barrio de Astilleros. El pasado porque viene de ahí, de la factoría naval, del andamio, los barcos, trabajadores, bocinas, olor a metal y tajo. De aquel enorme pórtico que derribaron quién sabe por qué motivo para construir esa porción de núcleo urbano. De aquel símbolo que pudo quedarse a vivir y que aún resuena la detonación en los oídos. También, se contempla el futuro. Porque cualquier horizonte que dibuje esta ciudad tiene que ser junto a su industria. No hay mañana que no pase por un empleo verde, sostenible, sostenido, digno y estable. Por eso, desde la balaustrada de aluminio del joven barrio de Astilleros se asoma el pasado, pero también se vislumbra lo que tiene que llegar.

Nació hace apenas un cuarto de siglo sobre lo que otrora fuera parte de los terrenos de la factoría naval. La última extensión de Cádiz. Más de cinco mil vecinos que habitan entre el Corte Inglés -que lo aísla al tiempo que sirve de foco de atracción- la Escuela de Arte, una zona verde, el océano y, con el tiempo, el Segundo Puente. Un barrio obrero de vida en el interior pese a la hilera de locales en su avenida principal donde conviven los que se encuentran abiertos con los que se cerraron por culpa de la estrategia despiadada de las multinacionales y los elevados precios de los alquileres especulativos. Porque en sus plazas, en sus calles y en sus aceras conviven cafeterías, juegos de infancia, comercio de cercanía y negocios locales que dotan de servicios y, sobre todo, de personalidad.

Porque Astilleros tiene alma y tiene vida. Plazas de niños y niñas jugando, vecinas en las terrazas, parque, piscina y la zona del Celestino Mutis. No ha sido fácil. Que le pregunten a su gente, que se entrevisten con Pepe Gaviño, con un compromiso inquebrantable con las personas que acuden al local de la asociación, o que se lo digan a los familiares de Luis Arenal, primer presidente de vecinos, que se dejó la piel reivindicando y exigiendo mejoras en el barrio y lugares habitables con sombras, bancos y donde prolongar la estancia.

Lo consiguieron. Perseverancia, colectividad y constancia para que se entendiera que el barrio más joven de Cádiz no podía sentirse envejecido.

Recuerdo una mañana de los 90, los nervios, la incertidumbre, el ansia y el deseo. Mi padre que entraba por la puerta, mis hermanos que esperaban en el salón. Entonces la noticia de que podían acceder a la cooperativa portuaria para comprar las viviendas que se construirían en una esquina de la calle América. Por eso, a través de los ojos de mis sobrinos y sobrinas fui viendo la evolución de aquel rincón que fuera factoría mientras ellos y ellas también crecían.

Primero el segundo puente, abierto en septiembre del 2015. Y ya, en enero de 2022, la inauguración de la avenida transversal que conecta de punta a punta de mar, que da una salida a Astilleros, que lo termina de integrar en el resto de la ciudad. Hace muy poquito, además, se enlazó también a través del carril bici, se elevaron los pasos de peatones para convertirlo en un espacio más seguro y accesible. Además, se reforzó el mobiliario urbano al tiempo que se mejoraba la red de suministros y alcantarillado, así como la limpieza y el mantenimiento de la zona verde de Celestino Mutis, que se ha visto mejorada con el nuevo pliego de parques y jardines.

Sin embargo, el barrio joven de Cádiz tiene un problema que es también generacional: el elevado precio de los alquileres en los locales comerciales del exterior que los convierte en inaccesibles. Una realidad que deben afrontar los gobiernos autonómico y estatal regulando de una vez lo que hoy es únicamente especulación. Además, aguarda un parque de calistenia, de deporte al aire libre, que ya se encuentra aprobado y pronto será una realidad. Así como una bolsa de aparcamientos para residentes justo enfrente del Parque de Bomberos. Cuestión de apenas meses. También, otros detalles, como plantea Gaviño, la posibilidad de un pequeño huerto urbano. Porque Astilleros, el barrio joven, quiere seguir siéndolo y para ello desde su balaustrada se asoma al futuro mientras tiene presente el ahora y su pasado.

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