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Diario de Barrios

El Paseo de toda la gente

Cuando los veranos eran infinitos, las tardes siempre comenzaban y acababan en la playa. En un Paseo Marítimo desde el que se asomaba un desierto de arena blanca, de litoral interminable y un color de piel que hablaba de la libertad sincera y sentida como propia. No siempre fue así. No siempre el Paseo, nuestro Paseo, tuvo la imagen de los veranos sin horizonte. En otra época, allá por los 50, aquel reducto de igualdad, porque no existe nada más igualitario que las playas de nuestra ciudad, se dividía por clases y casetas. Más de 14.000 pesetas con ducha, en torno a 10.000 de mampostería simple, unas 7.000 las simples y nada para quien no pudiera pagar.

Santa María y la Victoria se dividían por clases. Idea propia de un José León de Carranza obsesionado por la división social. Sin embargo, la llegada de la Democracia trajo consigo el final de la privatización de esos espacios, no sin polémicas, y unas playas con una imagen más parecida a la que conocemos hoy en día.

Este es el Paseo Marítimo: Catedral a un fondo, el Chato al otro. Piedras y murallas en Santa María. Victoria de Estatua Gades y el Tío de la Tiza. La vida que se abre paso en Primavera, la efervescencia del Verano, la resaca del Otoño y la nostalgia del Invierno. Un Paseo que, a diferencia de otros, construye ciudad y es un espacio de la gente cada uno de los días del año. Deporte, convivencia y estancia.

Hoy, el Paseo es un lugar aún más habitable que hace ocho años y se ha convertido en epicentro de las fiestas y la cultura. Una evolución completa desde una Plaza de la Estrella pública -que el gobierno del PP intentó privatizar sin éxito por la oposición popular-, hasta una Cortadura peatonalizada y accesible pese a las piedras en las ruedas de la derecha. Un Paseo con balaustrada de cristal que aumenta la protección y alegra la mirada. Un Paseo más amplio por Santa María, donde conviven peatones, bicicletas y fuentes de agua. En un ejemplo envidiable de armonía. Un Paseo Marítimo de Calistenia a la altura de la calle Brasil, con el nombre de Ana Orantes, con un nuevo hotel donde entraron a trabajar 30 gaditanos y gaditanas gracias a las políticas municipales de empleo. Un paseo sin obstáculos arquitectónicos, lleno de felicidad en esa parte más allá del hotel Playa que antes sufría el olvido.

Hoy el Paseo es más bonito en lo visible, pero también en su interior porque se han renovado todas las redes de abastecimiento. Hoy, el Paseo Marítimo conserva en plenitud la protección del espacio público, el que es de todas y todos, por encima de las privatizaciones. Convive con el descanso y las celebraciones señaladas, se siente espacio de los gaditanos y gaditanas.

Pero queda, queda que la Junta se haga cargo de la obra de colector de Santa María, un espacio de riesgo y que hace inutilizable la escalera de caracol. La clausura del Cementerio y la creación de un bosque urbano para dotar de verde un lugar que carece de estas zonas, aunque ya se ha comenzado con la plantación de árboles. “Y más parques infantiles, zonas de envejecimiento activo y, sobre todo, que se cuiden las poquitas plazas que tenemos para combatir la soledad”, cuenta Flor Muro, representante vecinal y con una vocación inquebrantable por lo común. Además, sueñan las mujeres de Muñoz Arenillas con una exposición de grafitis en la recién estrenada calle Adela Del Moral: “Es un atractivo y una forma de arte para pintores de Cádiz”.

También necesita una imagen renovada de forma integral, que actualice y se adapte a estos tiempos.Se hará. Porque el Paseo Marítimo, el de los Duros Antiguos, es el Paseo de toda una ciudad, del que presumen los gaditanos y gaditanas de cada rincón y cada barrio, que sienten como propio, que sienten como suyo, que conquistó su vocación pública, de todas y todos, y que nunca más la perderá.

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