Menú

Diario de Barrios

Cádiz Centro: entrebarrios con identidad propia.

Hay una zona de Cádiz que se construyó entre los barrios limítrofes. Un espacio fronterizo, de calles, amalgamas, callejones, casas palacios, torreones vigías, escuelas, hogares y vida que marca su final donde otros comienzan su nombre. Es Cádiz Centro. Entre San Carlos, el Pópulo, Santa María, San Juan y el Mentidero. Capaz de albergar una Catedral, una Diputación y un Ayuntamiento. Capaz de acoger infinitas torres miradores que vigilaban los barcos procedentes de los distintos confines del mundo. Capaz de ser, pese a carecer de nombre propio.

Surge con la expansión de la urbe alrededor del XVI y va desarrollando su historia en torno a los gremios y el comercio. El pequeño comercio, el local y el de cercanía. “Esa es la esquina de la óptica El Trébol”. “Ahí fue donde Segundo y Rosita”. “Aquí donde la droguería”. La Camelia, Café de Levanta, Los Dedócratas, el Salón Italiano, El Liba, Rivera, Sepúlveda, Rimada, el Habana o Nicanor, la bodega antigua, el local actual…

Cuando decimos que los vecinos y vecinas que levantan las barajas de los establecimientos de la ciudad cada mañana dotan de identidad y personalidad a su entorno y su ciudad, encontramos como referente a Cádiz Centro. Un Cádiz Centro de calles: San Francisco, Nueva, Isabel La Católica, Ancha, Rosario o Columela. Un Cádiz Centro de plazas: Candelaria, Las Flores, Mina o España. Un Cádiz centro de historia, de resistencia durante el Golpe de Estado, de lugares clandestinos, de bares que se convierten en hogar. También de historias: La Calle Guantero, que habla del oficio que fue en la Edad Media, la relojería de Francisco Rendón, que se ubicaría en la Calle Pelota, o el Cine Gades.

Cádiz Centro, de edificios altos y callejero estrecho. Para combatir los vientos y el calor. Cádiz Centro, cosmopolita y cultural. Mestizaje e idiomas de las diversas orillas del Planeta. Resquicios de otros siglos, especialmente el XVIII. Cádiz Centro y el primer concierto público de Manuel de Falla.

Un Cádiz Centro que se adaptó constantemente al mundo, que se reinventó y combina los establecimientos más clásicos con los negocios más modernos en un absoluto ejemplo de convivencia. Un Cádiz Centro que pese a una crisis, una pandemia y una estrategia comercial despiadada de las grandes multinacionales no sólo ha sobrevivido, sino que mantiene el brillo.

Un Cádiz Centro que conquista espacios amables. Que peatonaliza, elimina barreras arquitectónicas y construye para la infancia Plazas como la de España, en un cambio absolutamente revulsivo, o Candelaria -en su totalidad- dentro de poco. Que ha frenado con una regulación la proliferación de apartamentos turísticos que especulaba con los hogares y expulsaba a los vecinos. Y un Cádiz Centro que ya no sufre las inundaciones de esquinas como Calle Nueva con Cristóbal Colón gracias a la limpieza de los colectores principales que nunca antes, en 80 años, se había hecho, acompañándolo de la renovación de redes de suministro.

Ahora, aspira a más. A la puesta en valor de lugares como la Santa Cueva y diferentes espacios arquitectónicos y patrimoniales que hablan del Cádiz que fuimos. También, la construcción de sitios amables, la renovación de la luminaria tipo LED, más parques infantiles dignos y de envejecimiento activo y, por supuesto, el Instituto Rosario. Un Instituto Rosario que acumula años cerrados en el corazón de Cádiz, que tiene un componente simbólico para la gente que estudió allí y que la Diputación, si en algún momento lo reabre, lo limitará a un inmueble de oficinas.

Porque Cádiz Centro mira al mar con los pies en tierra, porque construye el futuro con su pasado y presente, porque su comercio local es trinchera de cercanía en un universo cada vez más deshumanizado, porque es derecho a ciudad. Porque nació entre barrios, pero blindó su identidad y, aún más, su personalidad.

Podría interesarte

Ir a actualidad