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Diario de Barrios

San Juan, entre leyendas y primera puerta al mar

Al Este, el barrio más antiguo de Europa, El Pópulo. Al Oeste, La Viña. Y, justo enfrente, se extiende el malecón de azul interminable y luz del Campo del Sur. Allí, como refugio de varias calles, se esconde el que quizás sea el barrio más pequeño de Cádiz y el que -sin duda alguna- más leyendas e historias (en plural) guarda su existencia: San Juan. Conocido otrora como el arrabal de Santiago.

San Juan de nombre propio y supervivencia a los siglos. San Juan, refugio de rebeldía, hogar de bandoleros, rincón de resistencia obrera, entrada del océano y taberna del cante. San Juan, de calles serpenteadas, callejones estrechos, fincas antiguas, opuestas, en paralelo, que crecen hasta casi rozarse mientras ocultan el cielo. Espacio de sombras, Levante que silba en sus esquinas y vecinos que aguardan. Que se cansan de aguardar. San Juan, donde cobra sentido la palabra resistencia, donde nunca se apagan sus sueños.

Y es que este pequeño barrio de un puñado de calles y galerías subterráneas posee el honor de albergar el primer puerto de la historia de Cádiz: El Puerto Fenicio. Se descubrió hace cosa de un año, mientras se recuperaba la mítica Cueva del Pájaro Azul, que fue desde los años 60 hasta mediados de los 80 una taberna que se convirtió en referencia del Flamenco. Y allí, mientras se desarrollaban trabajos de excavación se encontraron con el cantil de Gadir del siglo III a.C. Un dique seco excavado en roca natural, donde se construían las naves de guerra de la flota fenicia, referentes conocedores del mar, y que tendría un papel fundamental durante el desarrollo de la Segunda Guerra Púnica. El muelle Militar de Gadir. Casi nada.

Estuvo oculto durante décadas, mientras se escuchaban en sus entrañas las gargantas rotas, los quejíos y el duende que tanto sirvió de inspiración a escritores como Quiñones. Por donde pasaron los flamencos de Cádiz y que vio crecer, nada menos, que a Camarón de la Isla. Todo esto aliñado de leyendas de bandoleros y de un subsuelo laberíntico que sirvió como refugio y existencia de contrabandistas.

Y también, el San Juan de la conciencia obrera, de las primeras organizaciones de mujeres trabajadoras. Porque fue allí, en uno de sus locales, donde nació en junio de 1918 la Sociedad de Cigarreras de Cádiz. Un referente de la lucha, de las reivindicaciones laborales y de sindicalistas como Ángela de Castro, que transgredió y rompió barreras de una sociedad opresora y patriarcal.

Hoy, San Juan aguarda su transformación sin perder de vista su importancia estratégica durante el medioevo. Hoy San Juan no se conforma con lo que fue y quiere ser. Quiere ser sin que expulsen a sus vecinos y vecinas, sin que su única salida pase por la turistificación y la sustitución de viviendas con uso turístico en lugar de residencial. Y se han hecho cosas: como la recuperación de la Cueva del Pájaro Azul, la apuesta por el Mercado Central, la modificación del PGOU para blindar el derecho al hogar, la banda de rodaduras del Campo del Sur en el tramo del barrio o la reurbanización de Osorio.

Pero queda. Queda la intervención en infravivienda por parte de la Junta, la puesta en valor del barrio y la construcción, que pronto será una realidad gracias a la inversión del Ayuntamiento, del solar de Santiago, que tendrá como fin la vivienda pública. Además de uno de los proyectos más ambiciosos de los próximos años: la puesta en valor de Arbolí con las creaciones de la Escuela de Cine y la Escuela de Música.

Se desarrollará porque San Juan, el barrio pequeño, guarda una historia infinita y un futuro aún más grande.

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